
Y entretanto, comenzaba a llover de una forma vaga y cómoda, como un regalo irregular de la naturaleza, sobre los claros que en el suelo dibujaban islotes de nubes negras. Las gotas caían sobre los pensamientos morados de la Avenida de Alemania, y éstos saltaban ambiciosos cuando una de ellas acertaba de lleno en el centro de sus aspiraciones tontorronas, como sonríen los niños la mañana de Reyes, o quizás justo antes de hacer el amor.