sábado, 5 de junio de 2010

Softy Murder 2

Le llamaban Softy Murder por su forma de caminar. Sus maneras suaves y sus gestos educados hacían que fuese conocido en toda la ciudad como el caballero cortés. Pero no era ignorado para los habitantes de aquella metrópoli que había sido relacionado con varios crímenes de sangre en el último año.

Softy Murder se levantaba a las 7 todos los días, de lunes a sábado. Después de comprar el periódico en Tom’s Hut, se dirigía a su puesto de supervisor en la central de Schmidt&Bernstein, una de las compañías de seguros más ricas del país. Por el camino saludaba amablemente a todo aquel con quien se cruzaba y que parecía conocerle, y trazaba en su cara una sonrisa inflada y simpática. Jamás desaprovechaba la oportunidad de parecer un pusilánime.
Había sido relacionado con varios crímenes de sangre en el último año, pero la policía no podía trazar la línea que iba desde los hechos hasta él. Por alguna razón que aún desconocían, aparecía al lado de las víctimas como el felino que se pega a su amo. Softy Murder no era inocente, pero no podían demostrarlo.

Y mientras tanto, su fama había ido engordando con el estallido de los flashes, y los titulares se apilaban, y la gente se preguntaba si el caballero cortés era el último responsable de las muertes que habían sucedido en la urbe fulgurante. Aquella mañana cuando por error Softy Murder empujó a Jack of Hearts a la salida del metro, no pudo darse cuenta de que mientras exhibía sus afectadas disculpas, Jack estudiaba cada fragmento de su formidable representación.

martes, 25 de mayo de 2010

Softy Murder

Entró en el piso. Las luces estaban apagadas. El brillo de las farolas penetraba por las rendijas de la persiana.
A Jack of Hearts no le importaba lo más mínimo lo que el doctor pensara sobre su caso. Había estado dándole vueltas a lo que habían hablado en la última sesion. Había estado dándole vueltas... Si el doctor se esforzaba en poner la información sobre la mesa, sólo hacía que su posición le resultase más evidente, pero no planteaba ninguna solución al caso.

Es cierto que no podía prescindir de sus servicios. No ahora que estaba completamente solo. Pero necesitaba organizar lo que él mismo creía la táctica más adecuada, algo más contundente y violento...

Si el doctor hubiese sabido lo que a Jack se le pasaba por la cabeza en aquel momento, seguramente habría sentido la necesidad de volver a internarle. Es por tu bien Jack...en unos días estarás mejor...
Se sirvió una copa de gin&fire. Así era como solía llamar a aquella mezcla de ginebra, soda y tabasco. Se dejo caer en el chester blanco. Un cigarro humeaba sobre el cenicero de cristal.
Sí. No podía confiar en el doctor. Tenía que jugar lo más rápido posible, al margen de su control, haciéndole pensar que todo iba según lo planeado. Y mientras se hacía cada vez más de noche, Jack iba reuniendo una a una las piezas del acertijo, conectándolas en una red que no daba lugar a la imprevisión:
-Sí...eso es...ya te tengo...

Tomó un sorbo de ginebra
-...ésta es mi guerra...Ahora ésta es mi guerra, doctor...

La mañana amenazaba las calles. Las farolas se apagaron de repente.
Había pasado la noche poniendo a prueba la solidez de la trama hilo por hilo, paseando de un lado a otro de la habitación, agitando las manos, reparando los puntos débiles...
Con un chasquido, dio la última calada al cigarro; sostuvo un momento la copa titilante.
Acababa de sumergirse en su nueva ocupación: destruir a Softy Murder.

domingo, 23 de mayo de 2010

Historia del tercer Saalik

"Mi historia es tan prodigiosa, que si se escribiera con una aguja en el ángulo interno del ojo, sería motivo de reflexión para el hombre sensato...

...Entonces, ¡oh señora mía! salí del salón en que me hallaba, y con las llaves en la mano empecé a recorrer aquel palacio, que aún no había tenido tiempo de ver, pues mi cuerpo y mi alma habían estado encadenados en el lecho entre los brazos de las jóvenes. Y abrí con la primera llave la primera puerta. Me vi entonces en un gran huerto, rebosante de árboles frutales, tan frondosos, que en mi vida los había conocido iguales en el mundo. Canalillos llenos de agua los regaban tan a conciencia, que las frutas eran de un tamaño y una hermosura indecibles. Comí de ellas, especialmente bananas, y también dátiles, que eran largos como los dedos de un árabe noble, granadas, manzanas y melocotones.

Cuando acabé de comer di gracias por su magninimidad a Alah, y abrí la segunda puerta con la segunda llave. Cuando abrí esta puerta, mis ojos y mi olfato quedaron subyugados por una inmensidad de flores que llenaban un gran jardín regado por arroyos numerosos. Había allí cuantas flores pueden criarse en los jardines de los emires de la tierra: jazmines, narcisos, rosas, violetas, jacintos, anémonas, claveles, tulipanes, ranúnculos y todas las flores de todas las estaciones. Cuando hube aspirado la fragancia de todas las flores, cogí un jazmín, guardándolo dentro de mi nariz para gozar su aroma, y di las gracias a Alah el Altísimo por sus bondades.


Abrí en seguida la tercera puerta, y mis oídos quedaron encantados con las voces de numerosas aves de todos los colores y de todas las especies de la tierra. Estaban en una pajarera construida con varillas de áloe y sándalo. Los bebederos eran de jaspe fino y los comederos de oro. El suelo aparecía barrido y regado. Y las aves bendecían al Creador. Estuve oyéndolas cantar, y cuando anocheció me retiré.


Al día siguiente me levanté temprano, y abrí la cuarta puerta con la cuarta llave. Y entonces, ¡oh señora mía! vi cosas que ni en sueños podría ver un ser humano. En medio de un gran patio había una cúpula de maravillosa construcción, con escaleras de pórfido que ascendían hasta cuarenta puertas de ébano, labradas con oro y plata. Se encontraban abiertas y permitían ver aposentos espaciosos, cada uno de los cuales contenía un tesoro diferente, y valía cada tesoro más que todo mi reino. La primera sala estaba atestada de enormes montones de perlas, grandes y pequeñas, abundando las grandes, que tenían el tamaño de un huevo de paloma y brillaban como la luna llena. La segunda sala superaba en riqueza a la primera, y aparecía repleta de diamantes, rubíes azules y carbunclos. En la tercera había esmeraldas solamente; en la cuarta, montones de oro en bruto; en la quinta, monedas de oro de todas las naciones; en la sexta, plata virgen; en la séptima, monedas de plata de todas las naciones. Las demás salas estaban llenas de cuantas pedrerías hay en el seno de la tierra y del mar: topacios, turquesas, jacintos, piedras del Yemen, cornalinas de los más variados colores, jarrones de jade, collares, brazaletes, cinturones y todas las preseas, en fin, usadas en las cortes de reyes y de emires.
Y yo, ¡oh señora mía! levanté las manos y los ojos, y di gracias a Alah el Altísimo por sus beneficios. Y así seguí cada día abriendo una o dos o tres puertas hasta el cuadragésimo, creciendo diariamente mi asombro, y ya no me quedaba más que la llave de la puerta de bronce."



El libro de las 1001 noches.

martes, 18 de mayo de 2010

Eventos señalados


Damas y caballeros,


acabo de descubrirme mi primera cana.


15.40 del 18/05/2010

lunes, 17 de mayo de 2010

El día de los débiles

Aprendemos a ser fuertes y fríos, aprendemos a sonreir y a caminar después de la catástrofe. Los débiles somos así: demasiado estúpidos para ofrecer una pizca de atractivo al mundo, por mucho que seamos tras el cerco de la intimidad; demasiado francos para crear humor o arte, para vender y comprar en el mercado de las relaciones sociales. Somos incapaces de conseguir lo que merecemos. Lo sé porque he estado desnudo algunas veces, algunas sin ser capaz de quitarme esa mugre de torpeza social que me caracteriza, y otras, en cambio, desplegando mis habilidades hasta llenarme de asombro, como superando el lastre de mi debilidad. Simplemente, lo sé.
Y si aprendemos, no dejamos de ser débiles. Incluso conociendo la forma de atraer la atención, de provocar el deseo, de irrumpir en los sistemas límbicos de todos y de ninguno, seguimos siendo débiles.
Cuando cierro la puerta de mi habitación respiro hondo. La persiana filtra los rayos de luz perfilando la soledad en amarillo y azul, como un holograma, y las partículas de polvo ondean allá en las profundidades turbias del inmenso mar.
No siempre ocurre...no siempre. Antes de hoy hacía meses...Pero si me ocurre y se me ocurre, abro el segundo cajón de la mesilla...lo abro y allí lo encuentro...con su tacto liso, ya un poco gastado...garabatos...que hace ya tanto tiempo se independizaron de su legítimo dueño...Mi punto débil.
Somos hombres. No querríamos suscitar ni la compasión ni las burlas, pero no somos fuertes. Vivimos como bestias en esta existencia de necesidades creadas y sufrimientos aplazados. Y vivimos bien, como si pudiésemos permitirnos malgastar el tiempo. Muchos pactan con la realidad ante la imposibilidad de encontrar lo que buscan, otros, nos rendimos a la dura evidencia... Pero algo nos ocurre a todos: algo nos ocurre a todos, que se nos ocurre, que no se aleja de nuestra mente. Tenemos un punto débil y lo sabemos.
Tenemos un punto débil...
Un punto débil...
Shh...