jueves, 13 de mayo de 2010

Arsénico

Tenía que decirselo al juez, tenía que decirle que era un mal actor, un mal pintor y un mal poeta, y que era aún peor amante. Y allí, delante de aquella bestia de la mecanografía, de ricitos dorados y blanca sonrisa, allí digo, empecé a confesar todos mis crímenes de la a a la z.
Confesé lo que tenía que confesar, lo que no quiere decir que dijese la verdad. Aquel año había aprendido el valor de una buena mentira, y que la mentira no era eso que hacían los niños de pisar la mierda que se les cayese al suelo para que su madre no la viese. Mentía planificando, con la torpeza del principiante, sí, pero con la impronta de haber sido forjado para ello.
Lo confesé. Confesé que había sido un inconsciente, que mis víctimas no sabían que había cometido todos mis delitos en cierta fase del ciclo lunar, y que creía tener un trastono bipolar de la personalidad en su forma más leve (para no cargar las tintas, claro). Confesé que ninguna de ellas, salvo Cooper, llegó a sospecharlo, y que en cuanto Cooper comenzó a sospechar desaparecí de escena.
Confesé haber utilizado métodos ilícitos (algunos de ellos incluso ilegales) para rastrear sus paseos por internet, a pesar de mis pobres habilidades en informática. Lo confesé todo. El juez tenía mi sentencia en sus manos.



***



No obstante, quizá las víctimas no debían precipitarse. Quizá no estuviese todo aclarado aún. Ellas y sólo ellas tenían en su historia la razón de mis actuaciones, pero con una pequeña restricción: necesitaban confrontar los hechos todas juntas (las cinco).
Aquí ya entrábamos en una cuestión lógica. Se trataba de hallar las intersecciones y las zonas libres de mis múltiples coartadas. Había tenido relaciones sexuales con dos de ellas. Una de ellas me había deseado a pesar de su voluntad. Había amado intensamente a dos de ellas, la primera, por un largo período de tiempo, la segunda por uno breve pero más intenso. Y dos de ellas me habían amado a mí, una hasta perder la cabeza, y la otra hasta perder la dignidad. 5 víctimas, 7 historias, ¿no parece evidente?
Mientras el juez dictaba sentencia, cerré los ojos y respiré hondo. La única forma de que una mentira sobreviviese al paso del tiempo era combinarla con dosis moderadas de verdad. Y entonces recordé una frase que mi padre solía decir, y que había traído de una de sus excursiones a Washington:


"Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo."


Así, se planteaba un nuevo problema a partir del primero. Quizá hubiese hecho todo aquello de lo que yo mismo me reconocía culpable, o no...o todo era un engaño que tomando la forma de un crimen menor me libraba del mayor...y entonces por mis santos cojones que lo era, por mi santos cojones que era un buen actor, un buen pintor, un buen poeta, y un mejor amante.

1 comentario:

Ray Haller dijo...

Ai, mi amigo de cambiantes nombres. Si no está clara tu identidad cómo va a estarlo tu pasado, que en el fondo es solo un recuerdo y como tal puede ser modificado. Júzgate tú por ellos diciéndoles lo que te parezca. Sé que eres un buen guionista.